viernes, 2 de marzo de 2012

La barca sin pescador




ABUELA - Esa es la palabra: miedo. Y con razón. ¿Cuán­do se calla el mar? Cuando va a haber tormen­ta. ¿Cuándo se calla el bosque? Cuando pasan los hombres con escopetas. Siempre que hay un gran silencio, es que está el peligro en el aire. (Evocadora, íntima.) Me acuerdo una vez, sien­do muy niña. Éramos nueve hermanos, ocho varones grandes y yo. Una noche no sé lo que había pasado en casa; a mi madre se le caían las lágrimas; mi padre apretaba los puños con­tra el mantel, y los ocho hermanos hombres es­taban pálidos, con los ojos clavados en el plato. Nadie se atrevía a moverse ni a respirar siquie­ra. Había un silencio tan frío que se metía en la sangre. Sólo se oía una gota de agua que es­curría del cántaro. ¡Glú-glú... glú-glú... glú-glú...! Gracias a ella no me eché a llorar. Y mire lo que son las cosas; después de sesenta años, de aquello tan terrible que ocurrió en mi casa ya no me acuerdo. Pero lo que no podré olvidar nunca, para darle las gracias, es aquél glú-glú de agua, que era el único que se atre­vía a hablar para que yo no tuviera miedo.

Alejandro Casona



No hay comentarios:

Publicar un comentario